Construir un sueño. Diario de una aviadora.

Construir un sueño. Diario de una aviadora. Quizás no sea atribuible a una única acción que de forma aislada constituya el punto de inicio. Si recuerdo una impactante imagen que a modo de aparición, despertó mi deseo de llegar a ser ella. 

Aeropuerto de JFK en Nueva York, una comandante de líneas aéreas norteamericana cruzó el pasillo de la terminal de pasajeros vestida de uniforme, ante mis ojos tenía a la mujer más atractiva y con más estilo que había visto jamás, quería ser como ella. Sucedió después de bajar de mi primer vuelo transoceánico, desde ese momento tomé la decisión de llegar a hacer lo posible por convertirme en piloto. Nueve años más tarde obtuve mi licencia y mi primer trabajo como instructora de vuelo. Llegar hasta donde uno quiere estar no es un trabajo de la noche a la mañana, requiere persistencia, tesón, y en mi caso tirar de ahorros para costear mis estudios. ¿Qué hubiera sido de este proceso sin pasión? Probablemente, no hubiese servido de nada. Estar dispuesto a comprometerse con un objetivo a largo plazo requiere disciplina y tener clara esa razón, busca siempre el porqué. Y sin miedo a la equivocación, ya que errar es parte de ese proceso natural que permite volver a empezar y ser autodidacta, esas experiencias forjarán nuestro destino. El éxito no sucede mientras dormimos, es el sumatorio de pequeñas acciones que puestas en marcha día tras día nos dirigen hacia nuestros objetivos. 

Una vez en la escuela de pilotos, y con la intensidad que suponía estar tres largos años asistiendo a clases teóricas y volando los fines de semana, sin descanso y sin vida social era más fácil seguir creyendo en mis posibilidades. Y pese a mi timidez, entablaba conversaciones con las tripulaciones de vuelo en la cafetería del aeropuerto, para mi sorpresa eran cercanos y agradables. Al final cada cual tenía una historia profesional distinta. 

Este vídeo de una campaña publicitaria reciente, me ha recordado a la belleza de los sueños de infancia,  aquellos que permanecen guardados en un rincón porque las obligaciones mandan o quizás porque no sea el momento adecuado. 

La belleza de un viaje de descubrimiento no consiste en nuevos paisajes, sino en esos ojos que contemplan con esperanza.