Dice el formador y autor T. Harv Eker, que “Si un roble de treinta metros de altura tuviese la mente de un ser humano, ¡solamente crecería hasta una altura de tres metros!”

Harv Eker es uno de los escritores sobre formación financiera más famosos del mundo. En una entrevista, Lluís Amiguet lo llamaba “evangelista financiero”. Pero si bien es cierto que sus ideas chocan con las de la sociedad europea en general, su razonamiento tiene puntos muy interesantes.

Por ejemplo cuenta que en su opinión aquí le tenemos miedo al dinero, a hacernos ricos, porque es un tabú. Como algo sagrado de lo que avergonzarse. Explica cómo en Estados Unidos es un tema de conversación banal, algo que la gente trata con uno mismo abiertamente y por el que no hay razón para tratar de ocultarlo.

Son varias las limitaciones que nos impiden ganar el dinero que querríamos, y no todas, ni mucho menos, dependen de elementos externos. Ni el gobierno, ni las empresas que nos contratan o nos dejan de contratar son los responsables últimos de que nos ganemos más dinero. Y sin embargo es en lo primero que pensamos cuando se trata de hallar un culpable. Desde las ideas del mundo de la atracción se esgrimen otras razones, que quitándose prejuicios y parándose a escuchar tienen mucho de sentido común.

Ante todo, la valoración que de nosotros mismos tenemos. Prácticamente todos los trabajadores somos necesarios en nuestros trabajos. Sin embargo si nosotros mismos no le damos un valor a nuestro trabajo, viendo que en realidad estamos resolviendo un problema a quien nos contrata, difícilmente alguien lo hará por nosotros. A esto se une que la mayor parte de las personas son malos receptores de dinero. En nuestra moral está mejor visto dar que recibir, porque para poder recibir lo que nos corresponde debemos creernos merecedores de ello. Condicionados por una baja autoestima esto se hace difícil de interiorizar. Todo tiene el significado que nosotros mismos le damos. Cada uno determina si es valioso o no lo es, es algo que depende de nuestra perspectiva. Como dice T. Harv Eker: “Vives dentro de tu propia historia, así de sencillo”.