Las ideas más creativas muchas veces son soluciones a situaciones que no estaban funcionando y a las que no habíamos prestado la requerida atención. Es el caso por ejemplo de las ciudades que han eliminado los semáforos de sus calles para, paradójicamente, acabar con el caos circulatorio. En el caso de estas ciudades que defienden la teoría del “Espacio compartido”, los semáforos serían los lugares comunes que no les permitían dar con la solución correcta a sus problemas de tráfico.

En el caso de nuestra vida lo que a veces nos entorpece a la hora de identificar qué es lo que no funciona son los lugares comunes, las frases hechas, las excusas, que nos mantienen aferrándonos a situaciones negativas que van minando diariamente nuestra energía. Defender una mala situación en el trabajo, o en la relación con nuestra pareja o hijos, aunque tal vez sea la reacción natural, es una forma de negación de la realidad y de no afrontarla.

Para evitar el dolor y la incomodidad vamos pasando situaciones, o mejor, viendo pasar por delante de nuestras narices alertas que deberían hacernos reflexionar acerca de un cambio, de una determinación que nos hiciera tomar cartas en el asunto. Las personas de éxito no ocultan o evaden los problemas, simplemente los afrontan. Pero está claro que no es sencillo, primero por el miedo a que un cambio nos deje en peor situación todavía, y después porque es muy complicado enfrentar situaciones incómodas en las que tenemos que reivindicar lo que creemos que es una injusticia, o nuestros derechos, o que nos respeten. No es fácil de hacer, pero es la clave para estar mejor.

Afrontar los problemas no significa romper en cualquier caso y de cualquier forma. Afrontar los problemas puede ser simplemente hablar sobre lo que uno ve que no le gusta de su trabajo con su jefe, de su relación con los propios compañeros de trabajo, hijos o pareja. Al principio puede costar, pero pronto se convierte en un hábito que nos lleva a solucionar los problemas tan rápidamente como vienen.