Uno de los momentos más increíbles por surrealistas que he pasado en un aeropuerto fue en Santiago de Compostela. Estábamos un comandante y yo con nuestro billete en mano haciendo cola en la puerta de embarque.  Ya sin trabajar, de vuelta a casa, aunque con los uniformes puestos. Ese viernes el sorteo del euromillón tenía un bote histórico, así que con convicción nos pusimos a describir qué haríamos si de repente nos tocara. No sé qué cosas dijimos, pero imagino que comprar alguna mansión frente al mar, unas vacaciones en una isla paradisíaca, viajes sin fin… En eso nos dimos cuenta para nuestra sorpresa que justo delante de nosotros se encontaba Eduard Punset. Me pasó lo que imagino suele pasar cuando ves en carne y hueso (¿es Punset de carne y hueso?) a alguien que has visto durante años por la tele; que resulta como de cartón piedra. Nos tocó sentarnos detrás de él, y al pasar junto a Punset, él nos miró con su irónica sonrisa y sentenció:  “Buenos días, espero que tengan suerte y se cumplan sus sueños”.
Evidentemente Eduard estuvo oyendo algo de nuestra conversación, lo cual me ruborizó. Pero pensándolo después vi que lo que más define tanto a Eduard Punset en este caso como a otra gente con éxito es que “creyó que podía ser posible” que nuestros sueños se volvieran realidad.
En este caso lo que deseábamos era un tanto extremo, pero lo cierto es que sólo conseguiremos aquello que estemos esperando obtener.
Ahora imaginen al señor Punset diciéndonos desde el asiento de atrás con su vocecilla característica: Durante una vida llena de sucesos nuestro cerebro aprende a descifrar qué sucederá “después de”; a saber qué esperar después de, por ejemplo, que nos toque la lotería. Puede que algunas veces ocurra lo que el cerebro espera y otras no, pero lo que es seguro es que estamos condicionados por la expectativa.
Si cambiamos expectativas negativas por otras positivas sobre el futuro, creyendo que lo que deseamos es posible, el cerebro se encarga de que esa posibilidad sea un hecho, y eso nos acerca al logro. Estaremos pavimentando nuestro propio camino hacia el éxito para que luego nos resulte más fácil circular por él.